El otoño llegó sin avisar, con casi dos meses de retraso y con exigencias de lana e impermeables. Los pies se apretujan en los zapatos y te distraes en los escaparates de las aceras con sol. El cielo baja espeso e impone chubasqueros y katiuskas. La nostálgia se apoya en la ventana, con una taza de té, mientras gotas de crital adornan frágiles árboles desnudos.
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