jueves, 28 de mayo de 2009

Escoria

Dos chicos de apenas quince años entran poniendo en alerta a los camareros del bar. Caminan arrastrando sus almas encogidas bajo unos jerseys demasiado finos para esta época del año. Se acercan a la dueña, que regenta junto a la caja registradora, y permiten que el mostrador sujete su lastre de vida. Conversan y ella niega apretando los labios tanto que parece que se los va a tragar. El diálogo se prolonga y los argumentos (o el vacío de sus ojos) encuentran una fisura en el corazón de la anciana. Dos cafés con leche para templar los tobillos sin calcetines, para calmar el estómago, para ayudar a pasar la resaca.
Viven en las villas lejos del centro, trabajan de aparcacoches, de vendedores ambulantes y de carteristas. Cuando no vuelven a casa se hospedan en los soportales de cines y teatros de la pequeña Broadway Latina y consumen paco (crack) o inhalan cola para olvidar la cantidad de años que les quedan de desgracia y miseria. Son los jóvenes que la sociedad repudia porque no trabajan y tiran su vida a la basura. Son los sin futuro del mañana. Los que engrosan las estadísticas que avergüenzan al gobierno y les hacemos sentir culpables por ello. Son los que asustan a las abuelas que agarran el bolso fuerte cuando se los cruzan en la vereda. Son los que también roban y a los que arrestan, aunque ellos solo se lleven pequeñas cantidades... Son escoria.
Eso creemos, si no no les quitaríamos sus derechos, su derecho a la vida digna.

jueves, 14 de mayo de 2009

Otoño


El otoño llegó sin avisar, con casi dos meses de retraso y con exigencias de lana e impermeables. Los pies se apretujan en los zapatos y te distraes en los escaparates de las aceras con sol. El cielo baja espeso e impone chubasqueros y katiuskas. La nostálgia se apoya en la ventana, con una taza de té, mientras gotas de crital adornan frágiles árboles desnudos.

viernes, 8 de mayo de 2009

Bienvenidos

¡Estamos de Enhorabuena! Ya llegaron los higos Turcos, el vino patero, los primeros aires de otoño y la Gripe Nueva. ¡Al fin! Ya podemos volvernos locos, escandalizarnos y temer por la innombrable porcina que se ha detectado en un señor de provincias de la Pampa que volvió de México antes de que cerrasen los aeropuertos. 1 caso y las mascarillas proliferan. 1 caso y la prensa escribe renglones en mayúsculas y el gobierno y la ministra de sanidad hablan de la imprudencia del país centroamericano. 1 caso y ya nadie recuerda el dengue, que sigue siendo epidemia allá, en las tierras del norte, dónde los afectados se cuentan por cientos, dónde el gobierno sí tiene responsabilidades y dónde la mejor vacuna es una buena alimentación y condiciones básicas de higiene. Por más que nos olvidemos de ella no dejará de ser letal, la desnutrición, digo, y la miseria a la que se ven avocadas millones de personas antes de nacer.
La pobreza de espíritu de los gobiernos: esa es la peor epidemia.

jueves, 7 de mayo de 2009

Las calles necesitan más besos


En tiempos en los que la violencia es parte de nuestro cotidiano propongo una lucha pacífica y afectiva con la finalidad de volver a ser seres que viven para la sociedad. Nos acostumbramos a comer con guerras y sus escabrosas imágenes de atentados en mercados populares, desayunamos con periódicos y sus fotos detalle de accidentes viales y, mientras cenamos, la televisión, que sí educa, nos llena de programas dónde se insulta y se descalifica constantemente, incluso, en el peor de los casos, programas que narran y desarrollan falsas investigaciones de asesinatos, violaciones y secuestros.
La falta de moralidad se vuelve líder de audiencia y el morbo nos deshumaniza. Mientras, sin apenas darnos cuenta, teléfonos móviles, i-pod -o walkman- y personal computers nos alejan de la socialización, enajenándonos y aislándonos en nosotros mismos.
Por eso propongo un contraataque activo que nos permita disfrutar de la tecnología al mismo tiempo que recuperamos la condición de humanos. Propongo que nos besemos, pero que nos besemos en público. Demostremos, sí demostremos, que hay amor dentro de nosotros y besemos a nuestras parejas en la calle, en la cola del supermercado, en los ascensores llenos de gente. Maduremos y separemos de una vez afectividad y sexo para poder abrazar a nuestros familiares, pasear con amigos dados de la mano. Reservemos nuestra intimidad para quién y dónde corresponda pero demostremos afecto y cariño para con el prójimo. Contagiemos las calles de amor.
Así, tal vez podamos contraatacar tanta falta de respeto, tanto miedo, tanta violencia. Así, tal vez, volvamos a ser más humanos, más hermanos.

viernes, 1 de mayo de 2009

Primero de Mayo

Primero de mayo y la crisis alborota a la clase obrera, las calles se llenan de gente, el rojo impera sobre cualquier color, se despliegan banderas y se escriben frases célebres en las paredes. Este año hay una que se repite más que las demás: Que la crisis la paguen los capitalistas. Es una buena propuesta, pero no se porqué, no la veo muy viable.
Perdida entre la gente, encontramos, sin embargo, una propuesta más interesante: la Neurona Anticapitalista, que requiere un poco de voluntad y esfuerzo por parte de todos y que, de ser aplicada, sería mucho más efectiva. Gente: dejemos de alzarnos en gritos y disturbios y alcémonos, de una vez por todas, en acciones. Acciones personales de forma de vida y de consumo. Salgamos a la calle un día al año para gritar consignas románticas y no pensemos que, por ello, ya estamos libres de pecado. Actuemos diariamente en consecuencia a lo que exigimos y, por supuesto, no compremos lo que no podemos pagar.