martes, 26 de marzo de 2013

A la Aventura...


Era medianoche y la txikin se despertó de golpe. Preguntó por su padre a quién hace ya diez días que no veía y, sin duda, extrañaba como nunca antes había extrañado a alguien en su vida.
-¿Cuándo vuelve?
-Dentro de un mes –respondí con la misma tristeza que ella.
-¿y si vamos a buscarle?
Había demasiada ilusión en esa petición y me costaba no contagiarme. Pero tenía mis dudas, mis miedos. Le hablé de Buenos Aires y le expliqué que no me parecía un lugar para una niña tan txikita acostumbrada al monte y al silencio. Sophia me miró segura:
-Acuérdate que soy un dragón –me dijo con los ojos brillosos.- Nada habrá en la ciudad que no pueda combatir. Antes de nacer ya he lidiado con mayores aventuras que esa- Si no hubiese perdido las alas en el parto, estoy segura que hubiese aleteado.
Su valentía me llenó de orgullo materno, pero, será ese espíritu de protección que me hizo volver a insistir. Le hablé del temeroso 60 y sus eructos de CO2 “son miles de bondys sueltos en manadas, que se cuelan por todas las esquinas”; le conté del laberinto prohibido de Microcentro, allá donde la gente linda pierde la sonrisa; le advertí que no habría paseos a cualquier hora ni podríamos sentarnos en el suelo cuando quisiésemos. Que los humos habían robado las estrellas y que los pájaros ya no cantaban en las ventanas.
-No hay tierra, hay cemento  -Lur tembló y los árboles de fuera susurraron sorprendidos, no podían imaginarlo. Pensé que la había disuadido, que asustada se resignaría a esperar el regreso a casa de su aitatxu.
-¿Y esa gente de la que siempre habláis y que yo quiero conocer?
Me encogí de hombros, eran muchas las emociones en juego.
-La batalla que seguro no se gana es la que no se da.
El convencimiento y la seguridad estaban instalados en sus ojos. Sonrió y sabiendo que me había convencido volvió a dormise tranquila. Había que descansar, el viaje sería largo y era necesario prepararse para hacer frente a las emociones y aventuras que se aproximaban.
Estamos en camino, nos vamos a Capital. 

viernes, 8 de marzo de 2013

Atravesada


No consigo escribir. Tengo una mujer enredada entre los dedos… si pudiera le diría que se vaya pero tengo una mujer atravesada en la garganta.
Dedos, brazos y pies. Garganta, corazón, cabeza. Ojos, solo para ella.  Si pudiera no cambiaría nada de lo que estoy viviendo aunque a veces quiero escribir y no puedo. Tengo a mi hija atravesada en la cabeza. Aunque a veces quiero correr y no puedo.  Tengo una hija que no me deja escapar.
Son ya tres meses y hoy hace un año que concebimos. Un año… un año desde aquella mañana en una casa de barro… aquí en el Bolsón. Mucho ha pasado desde entonces, cambio de lugares, de trabajos y de miras. Un salto en paracaídas hacia el ahora más absoluto y a la realidad inevitable… un año de vida y un enraizamiento a tierra.
Ahora estamos aquí aprovechando los últimos días de calor y cuerpos desnudos. Sophia Lur es feliz con el culo al aire y repta con esfuerzo para librarse del plástico del cambiador y poder crear bochinche con sus pises inesperados.
Es increíble verla moverse. Parece que mide su cuerpo, que lo descubre y trata de memorizarlo para entenderlo y entenderse. Eso parece, pero la verdad, no tengo ni idea de qué es lo que hace.  Pareciera a veces, que lucha contra las fuerzas del mal  a golpes y porrazos contra el invisible.  Otras, ahora que ha aprendido a cantar tan bien como su madre, pareciera que quiere conversar y contarte las aventuras nocturnas. Aprendió a sonreír y regala sus sonrisas a aquellas personas de corazón humilde. Se mata de risa si le soplas en la planta de los pies…
Pero a veces se hace difícil vivir en conjunto. Éramos dos y tres no fueron multitud. Pero a veces llora y no se como calmarla. Raro es que Marco o yo no acabemos llorando también. A veces te agota, cada vez pesa más y le gusta pasear en brazos. No se imagina lo que me duele la espalda…  A veces se queda solita mirando el techo o bajo el árbol del jardín un buen rato y, mientras cuelgolaropa, limpioelsuelo, hagolacama, tomounaducha, se me abre una ventana en la cabeza  y comienzo a soñar despierta, como antes, cuando tenía tiempo para escribir. Eso sí, rara vez consigo llegar hasta el teclado o el papel. A veces no quiere estar sola ni un minuto, como si algo le pasara que el miedo al abandono le sobrepasa. Esas veces me duele la imaginación y lloro mientras Marco prepara la comida. Desde que nació Sophia comemos excelente.
Son vaivenes universales. Dicen que es el puerperio y yo me pregunto que porqué se eligió una palabra tan fea para un momento tan especial. Y de pronto cuando  menos te lo esperas, deja caer su peso sobre tu hombro izquierdo, apoya su corazón contra el tuyo y cierra los ojos dulcemente. Ese momento es todo. Todo lo mejor que me ha pasado en la vida. Calentita y segura me agarro a ella. Feliz cumple, ya hacemos un año juntas. Zorionak!

miércoles, 6 de marzo de 2013

Muchacha Libre


Como en las buenas películas el clima acompañaba el estado emocional del personaje principal. En esta secuencia el viento furioso y cálido agobiaba las horas mientras la separación se aproximaba. Ella parecía no enterarse y yo respiraba profundo tratando de mantenerme tranquila. No tuve éxito, el océano parecía apenas un riachuelo en comparación con la brecha que se me abría en el pecho. Me preparé para salir y la dejé bien merendada y dormidita. Se veía hermosa y dulce. Me entró pánico a no verla más. La radio anunció entonces la muerte del comandante Chávez y las lágrimas contenidas brotaron en una mezcla de dolores y tristezas. La tormenta me agarró de camino, en la Universidad se había cortado la luz.
Tras tres meses el curso se retoma y el martes fue mi primer día de clase. Se supone que serían 4 horas pero la profesora titular apareció y me volví en el descanso. Justo Marco preparaba un biberón al baño maría que Sophia, digna y libre, rechazó con firmeza. Aunque la leche era la misma el cambio de envase no le gustó. Aparecí antes de que ella pudiese echarme de menos haciéndome ver que ella era la más fuerte de las dos. Se durmió tranquila y entendí había que empezar a separarse de a poco, que eso, nos beneficiaría a todos.
La tormenta en cambio no cesó, y es que este continente rugía por su libertad. Las montañas amanecieron nevadas y los cuerpos con esa sensación de alegría y humedad, ese sabor agridulce que va poniendo fin al verano y encaminando el otoño. Luego la lluvia trajo al arco iris. Es cierto, hay que llegar a lo profundo para descubrir lo esencialmente hermoso, lo libre; la belleza, aunque pueda engañarnos, es superficial y vive presa de sí misma.
Y como hermoso quiero que sea el camino de la Txikin pongo este arco iris a sus pies. Surcaré mis miedos para no robarle su camino,  su camino a la independencia.