viernes, 14 de noviembre de 2008

Gaviotas

Belém camina deprisa. Nace de entre mangueras (de mangos) enormes y se pierde en un puerto industrial que me recuerda a Bilbao, con sus gaviotas de hierro, con su poética gris. Belém no tiene miedo y asusta. Refugios naturales cercados en el centro de la ciudad y mercados abundantes. Frutas desconocidas de sabores intensos y olores aún más intensos penetran en ti, despertando el ansia de probar comidas indígenas con nombres extraños. Plantas, hierbas, colores, camiones y la kilométrica desembocadura de un río del que no querría dejar de beber vivencias.

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