jueves, 13 de noviembre de 2008

El Corazón de las Tinieblas


Surcamos el Amazonas río abajo dirección Belém en un trayecto que se prolonga durante 5 días y 4 noches. Un río enorme de orillas distantes. Agua negra, verde, amarilla,... La mirada se pierde entre árboles de todos los tamaños y con una variedad inimaginable de verdes. La imaginación no tiene que hacer grandes esfuerzos para sentirse como los protagonistas de la historia de Conrad, convertida en filme apocalíptico por Coppola. Claro que, nosotros, no huimos del enemigo ni buscamos a desertores enloquecidos.
La guerra aquí es otra, y se combate día a día fuera de este navío sobrecargado al que se aproximan indios en canoas, no para atacarnos ni cortarnos la cabellera, si no para vender fruta, camarón o artesanato, mientras con una destreza sorprendente enganchan su barca al navío y se juegan la vida a cambio de unos reales. Algunos se quedan próximos al barco, emitiendo aullidos al mismo tiempo que agitan las manos como si fuesen a salir volando, a la espera de bolsas de plástico con ropas y comida que los pasajeros lanzan como bombas. La guerra aquí tiene rumor de motosierra y avanza veloz ajena a los daños y perjuicios. Escucharla estremece, eriza la piel y parte el alma. Apenas son necesarias unas migajas de corazón para sentir el rededor y ser incapaces de tocar lo que no nos pertenece.

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