jueves, 4 de abril de 2013

Sobrevolando Baires



Sophia descansa y la ciudad entra a través de los cristales. No hay vidrio que pueda frenar su furia y el llanto colectivo se expande en frenazos, bocinas y gritos. Motores de contaminación y ansiedades. Otoño veraniego y ciudad bajo el agua… tragedia ciudadana. ¿Cómo puede inundarse una parte de la ciudad y que la otra ni siquiera se entere? ¿Cómo viviendo a metros de ellos tienen que llamarme desde otro continente preguntado si estamos bien para saber que hay 48 muertos por las inundaciones?

-...Pero si estoy en sandalias, con Sophi resguardadas del sol a la sombra…

Tras el llamado seguimos caminando. Esquivando empujones y tristezas. La gente está seria, triste en la ciudad…
Así que hoy, cansada de tanto cemento extraño salir descalza al jardín. Sophia, que aquí la mayoría le llaman Lur, me pidió llorosa que no saliesemos por la mañana.

-Quiero descansar, dejar volar el susto.

Le recordé la advertencia de hace una semana (¡a las madres se nos incorpora el ya te lo dije… en seguida!) pero Lur es fuerte y camina hacia delante.

-Hubiese venido mil veces más –me dijo- grandes encuentros, muchos abrazos y besos por doquier… ¡repito! Pero tengo que descansar el impacto de los ruidos para seguir disfrutando a nuestra gente…

Así que quedamos a buen recaudo, en una casa que puede llamarse hogar gracias a Jorge  y a Ale. Estamos pendientes esperando el momento de retomar camino hacia corazones escondidos. Fortificados en una torre de castillo de ciudad la dragona descansa sus emociones, su madre trata de vivirlas sin hacerse un lío… demasiados lugares vividos, muchos amigos que no entran en la maleta.
Solo una cosa está clara. Buenos Aires mola de vacaciones, pero qué locura haber vivido acá.

p.d.: ayer entramos en ese edificio con la cara de Evita gigante, el que sale detrás de la presidenta cuando habla por la tele. Pasé durante tres años y medio por su lado y ya era asustador. Ayer fue temible. Pisos y pisos de pasillos burocráticos y graduados administrativos que ponen firmas y estampan sellos con la brutalidad del juez que sentencia. Se nos consumió toda toda la energía y paramos a reponer fuerzas en un fastfod vegano que hay en el centro… 


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