martes, 9 de septiembre de 2008

Descubriendo Historia

Amanecimos pensando que habíamos llegado a Lisboa, aunque en seguida nos dimos cuenta que debía ser la casa de su hermana pobre, secuestrada en una isla, custodiada por un dragón que no para de crecer y que, cuando llegue a morderse la cola, se tragará la ciudad.

Olvidada en la memoria colonial, São Luiz se define con vertiginosas subidas irregulares descendientes en escaleras de empedrado, subrayando recuerdos del Bairro Alto. Las casas, de azulejo lusitano importado, aguantan al sol con el ogullo de quién tiene muchas cosas que contar, mostrando que el tiempo sí pasó por aquí.

Llegan canoas de camarón al mercado, vuelan cometas de ilusiones infantiles, reagge y samba cantan en las ventanas mientras, a las noches, partidos de futbol de pies descalzos ambientan cervezas, conversas y namoros. Descansamos un rato en las nubes. Una batalla sin bandos ni enemigos recuerda que todos somos descendientes de la historia y que hoy nadie es culpable por ella.





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