La ciudad autónoma de Buenos Aires convive con un problema insólito, bueno con varios, pero hay uno que prevalece sobre los demás: la falta de cambio.
La inmensa red de autobuses y colectivos de la ciudad funciona, única y exclusivamente, con monedas. Independientemente del valor de pasaje (desde 1$ a 1,25$) y de la cantidad de pasajes que se compren (una madre con sus tres hijos para llevarlos a la escuela, por ejemplo) el importe solo puede ser abonado en monedas, a través de la ranura de una máquina que tras la operación te ofrece un ticket a veces fiscalizado a veces no.
¿Y qué tiene esto de insólito? Pensaréis. Pues bien, este hecho te obliga a contar siempre con una importante cantidad de monedas en el bolsillo para poder desplazarte, de no ser así simplemente no podrás viajar.
¿Y por qué no vas a un kiosco y pides cambio? Pues porque no hay. Tan sencillo y misterioso como eso. No hay cambio. Miles de monedas circulan diariamente hacia el interior de las cajas expendedoras de los colectivos, pero, sospechosamente, no salen de esa caja para reinsertarse de nuevo en el mercado. No, esas monedas desaparecen.
Bueno, que desaparecen es un decir... simplemente dejan de aparecer.
Dejan de aparecer y se guardan en bidones en un almacén, como se descubrió el noviembre pasado; o dejan de aparecer y se funden para sacar la plata de la que están hechas -sí, seguro- porque vale más que la propia moneda infinitamente devaluada (al menos eso cuentan las leyendas urbanas). O también dejan de aparecer en cantidad y, ante la escasez, los comerciantes se ven obligados a tener que comprar monedas, sí, comprar moneda. 90 pesos al precio de 100.
Dejan de aparecer y, curiosamente, solo los grandes kioscos OPEN 25 HS y la infinidad de supermercados orientales (entiéndase por oriental aquellos mercados que calificamos como chinos aunque estén regentados por vietnamitas, tailandeses, chinos o coreanos). Sí, curiosamente sus cajas registradoras rebosan monedas.
Y pese a que rebosan monedas no creáis que las proporcionan. Nadie, absolutamente nadie en Buenos Aires da cambio, porque no hay -aunque lo haya- porque no se puede.
Así que es relativamente habitual que te encuentres con que te faltan 20 céntimos para el colectivo y como nadie te cambia un billete de 20$ o de 10$ o de 5$ o incluso de 2 pesos, te veas obligado a tomar (que no coger) un taxi para volver a casa.
¿Y qué tiene esto de insólito? Pensaréis. Pues bien, este hecho te obliga a contar siempre con una importante cantidad de monedas en el bolsillo para poder desplazarte, de no ser así simplemente no podrás viajar.
¿Y por qué no vas a un kiosco y pides cambio? Pues porque no hay. Tan sencillo y misterioso como eso. No hay cambio. Miles de monedas circulan diariamente hacia el interior de las cajas expendedoras de los colectivos, pero, sospechosamente, no salen de esa caja para reinsertarse de nuevo en el mercado. No, esas monedas desaparecen.
Bueno, que desaparecen es un decir... simplemente dejan de aparecer.
Dejan de aparecer y se guardan en bidones en un almacén, como se descubrió el noviembre pasado; o dejan de aparecer y se funden para sacar la plata de la que están hechas -sí, seguro- porque vale más que la propia moneda infinitamente devaluada (al menos eso cuentan las leyendas urbanas). O también dejan de aparecer en cantidad y, ante la escasez, los comerciantes se ven obligados a tener que comprar monedas, sí, comprar moneda. 90 pesos al precio de 100.
Dejan de aparecer y, curiosamente, solo los grandes kioscos OPEN 25 HS y la infinidad de supermercados orientales (entiéndase por oriental aquellos mercados que calificamos como chinos aunque estén regentados por vietnamitas, tailandeses, chinos o coreanos). Sí, curiosamente sus cajas registradoras rebosan monedas.
Y pese a que rebosan monedas no creáis que las proporcionan. Nadie, absolutamente nadie en Buenos Aires da cambio, porque no hay -aunque lo haya- porque no se puede.
Así que es relativamente habitual que te encuentres con que te faltan 20 céntimos para el colectivo y como nadie te cambia un billete de 20$ o de 10$ o de 5$ o incluso de 2 pesos, te veas obligado a tomar (que no coger) un taxi para volver a casa.
(por cierto, la foto no es nuestra, se la he tomado prestada a Thomas Locke Hobbs, que supo encontrar una imagen más expresiva que la nuestra)
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