lunes, 25 de agosto de 2008

Baile de Sombras

Al principio siempre asusta, porque aparece y entra sin llamar. La oscuridad secuestra los sentidos y altera las paciencias. Miras a tu alrededor y te sorprendes por no ver nada. El corazón comienza a bombear más rápido y, a tientas, deslizándote por la pared, vas a buscar velas. Has aprendido a dejarlas siempre en el mismo sitio, pero aún así nuca están tan a mano como pensabas. Enciendes la primera y respiras hondo. Enciendes la segunda y sonríes. El miedo se convierte en emoción y retomas las tareas dónde las dejaste. Ahora lo habitual parece aventura gracias a la ausencia de luz. El viento saca las sombras a bailar e insinúa cuerpos que aparecen y desaparecen a cada movimiento. El fuego reflejo en las miradas vuelve cálida la realidad, la oscuridad ya no es más un intruso y se convierte en aliado proponiendo juegos incesantemente. Y de pronto, tal como apareció, desaparece, inundando el lugar de luz. La ausencia de oscuridad te obliga a cerrar los ojos para acostumbrar las pupilas. De un suspiro apagas las velas y las vuelves a poner a mano, la oscuridad es ya un invitado habitual. No sabes cuándo pero volverá, sin avisar, sin razón aparente, sin un indicativo que te haga sospechar, sin saber cuanto tiempo se quedará. De pronto, y frecuentemente.


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