Como en las
buenas películas el clima acompañaba el estado emocional del personaje
principal. En esta secuencia el viento furioso y cálido agobiaba las horas
mientras la separación se aproximaba. Ella parecía no enterarse y yo respiraba profundo
tratando de mantenerme tranquila. No tuve éxito, el océano parecía apenas un
riachuelo en comparación con la brecha que se me abría en el pecho. Me preparé
para salir y la dejé bien merendada y dormidita. Se veía hermosa y dulce. Me
entró pánico a no verla más. La radio anunció entonces la muerte del comandante
Chávez y las lágrimas contenidas brotaron en una mezcla de dolores y tristezas.
La tormenta me agarró de camino, en la Universidad se había cortado la luz.
Tras tres meses el curso se retoma y el martes fue mi primer
día de clase. Se supone que serían 4 horas pero la profesora titular apareció y
me volví en el descanso. Justo Marco preparaba un biberón al baño maría que
Sophia, digna y libre, rechazó con firmeza. Aunque la leche era la misma el
cambio de envase no le gustó. Aparecí antes de que ella pudiese echarme de
menos haciéndome ver que ella era la más fuerte de las dos. Se durmió tranquila
y entendí había que empezar a separarse de a poco, que eso, nos beneficiaría a
todos.
La tormenta en cambio no cesó, y es que este continente rugía
por su libertad. Las montañas amanecieron nevadas y los cuerpos con esa
sensación de alegría y humedad, ese sabor agridulce que va poniendo fin al
verano y encaminando el otoño. Luego la lluvia trajo al arco iris. Es cierto,
hay que llegar a lo profundo para descubrir lo esencialmente hermoso, lo libre;
la belleza, aunque pueda engañarnos, es superficial y vive presa de sí misma.
Y como hermoso quiero que sea el camino de la Txikin pongo
este arco iris a sus pies. Surcaré mis miedos para no robarle su camino, su camino a la independencia.
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