miércoles, 6 de marzo de 2013

Muchacha Libre


Como en las buenas películas el clima acompañaba el estado emocional del personaje principal. En esta secuencia el viento furioso y cálido agobiaba las horas mientras la separación se aproximaba. Ella parecía no enterarse y yo respiraba profundo tratando de mantenerme tranquila. No tuve éxito, el océano parecía apenas un riachuelo en comparación con la brecha que se me abría en el pecho. Me preparé para salir y la dejé bien merendada y dormidita. Se veía hermosa y dulce. Me entró pánico a no verla más. La radio anunció entonces la muerte del comandante Chávez y las lágrimas contenidas brotaron en una mezcla de dolores y tristezas. La tormenta me agarró de camino, en la Universidad se había cortado la luz.
Tras tres meses el curso se retoma y el martes fue mi primer día de clase. Se supone que serían 4 horas pero la profesora titular apareció y me volví en el descanso. Justo Marco preparaba un biberón al baño maría que Sophia, digna y libre, rechazó con firmeza. Aunque la leche era la misma el cambio de envase no le gustó. Aparecí antes de que ella pudiese echarme de menos haciéndome ver que ella era la más fuerte de las dos. Se durmió tranquila y entendí había que empezar a separarse de a poco, que eso, nos beneficiaría a todos.
La tormenta en cambio no cesó, y es que este continente rugía por su libertad. Las montañas amanecieron nevadas y los cuerpos con esa sensación de alegría y humedad, ese sabor agridulce que va poniendo fin al verano y encaminando el otoño. Luego la lluvia trajo al arco iris. Es cierto, hay que llegar a lo profundo para descubrir lo esencialmente hermoso, lo libre; la belleza, aunque pueda engañarnos, es superficial y vive presa de sí misma.
Y como hermoso quiero que sea el camino de la Txikin pongo este arco iris a sus pies. Surcaré mis miedos para no robarle su camino,  su camino a la independencia. 

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