Llegó de contrabando calificado como juguete dentro de un
elefante de lana. Envasado al vacío y con una etiqueta que no escondía su
procedencia, idiazabal. Si el gendarme que abrió el paquete en la aduana
hubiese sabido de quesos, lo hubiese confiscado sin duda alguna, pero,
afortunadamente, el perro que lo olisqueó solo buscaba drogas.
Probablemente queso sea lo ultimo que se me ocurriese comer
a mi, pero un pedazo de idiazabal… ¡requería ceremonia! Botas de monte y de
vino, navaja y pan. Mendizaleak aurrera!
Salimos hacia el desemboque al ver que el domingo clareaba.
No llegó a salir el sol y hubo barro por los tobillos, pero al empezar a ganar
altura todo se vio recompensado. Los sentidos al máximo. Paisaje espectacular,
aire fresco y rico, ajuria anaiek egindako gazta, vino tinto y el calido abrazo
familiar.
Siempre supe donde estaba, aunque podía dejarme llevar… y
derepente senti que los lugares no siempre están en el territorio. Euskal
Herrian geunden derrepente! Eta dana Ninikuari esker, nere Gurende maitia, bere
desobedientziaz jantzita aduanari barre egin zion eta… gazta zati bat jarri
zuen munduko txoko honetan. Gaztarekin bat, soinuak eta musika etorri
zitzaizkidan mingainera. Irrintzi botatzekoa izan zen, gure nazio ibiltaria
Andeetan ere badelako.