martes, 25 de junio de 2013

Akelarre


Fue noche de San Juan el otro día. Días antes las brujas, sorginak, empezaron a bailar a mi alrededor, a cantar y a gritar. Como siempre que me pongo triste, empecé a contarles historias a todo el que se prestase a escuchar, explicando la importancia de esta noche y, con sorpresa, descubrí que aquí también se celebraba. A propuesta de una señora interesada en recuperar las costumbres perdidas, se hizo una hoguera en el SUM y se invitó a antiguos pobladores para retomar una tradición casi olvidada. Con la Señora Margarita comandando el Akelarre comimos torta frita rellena de queso y vino caliente, apuntamos en un papel lo que queríamos quemar y recibimos indicaciones para baños purificadores con agua de la madrugada. Escuchamos historias de antes, nos habló de su infancia y sus palabras nos transportaron en un viaje en el tiempo. Al calor de la hoguera jugamos entre las nieves del pasado, aprendimos a espantar duendes no tan buenos y corrimos campo a través en busca de tesoros mapuches. ¡Qué divertido es el pasado! Y cuanto se aprende…
Esperamos a que saliese la luna para quemar un muñeco de tela y dejar atrás errores y conflictos. Somos pobladores del Rincón de Lobos, así que aullamos para festejar antes de batir palmas y gritar ¡vete! ¡Vete! ¡Fuera! ¡Fuera! Alrededor del fuego. Miramos al cielo cabeza para abajo para ver la luna como en Francia, o como en Lisboa, o como en casa; y se contaron historias, hechizos y trucos para la providencia de este nuevo año que los mapuches recién comienzan.
Fue una grata sorpresa pues el fuego juntó en su rededor a desconocidos de diferentes procedencias, tradiciones y edades. Todos querían compartir y todos querían aprender. Eso me emociona. Fue evidente y palpable que una tradición estaba por perderse cuando la memoria no alcanzaba para todos los detalles y nadie conseguía improvisar. Pero el esfuerzo valió la pena para prender en cada uno una chispa de curiosidad y retomar el camino de las tradiciones. Lástima que solo nos demos cuenta de su valía cuando ya no las tenemos.
Volvimos a casa antes del amanecer. Aquí es la noche más larga y la helada invitaba al cobijo. Me quedé con ganas de saltar la hoguera y de cantar aunque dentro de mi escuché irrintzis todo el tiempo. Por la mañana no hubo cohetes en lo de Mari, ni txokolatada ni txistorra. No quise pensarlo mucho porque eso tampoco hay ya y… se me salen las lágrimas.
¡Ah! Y aunque no te lo diga muy a menudo, nunca se me olvida… Zorionak Jon!