viernes, 30 de noviembre de 2012

Dejarse la Piel


Pasan los días y las ansiedades crecen. Las ganas de verle la cara, de abrazarla, calentarla y amamantarla se multiplican exponencialmente aunque la pena de perder la panza y despojarla de ese paraíso no mengua.
Aún estamos en fabulosa fecha aunque médicos y opinólogos hacen mella en nuestras ansiedades y tratan de meternos prisa. Pero ella no esta dispuesta a recibir más órdenes que las de su propia naturaleza y sigue bañándose calentita en las profundas lagunas del universo que habita. ¿Puede culparse a alguien por no querer abandonar la felicidad eterna?
Pero la presión externa no cesa y hoy hemos decidido mirar para  ver si estaba todo bien. Con un caleidoscopio hemos hecho una ecografía y al entrar sin llamar en la cueva la hemos pillado cambiándose de piel. La abrupta irrupción la ha dejado boquiabierta y algo asustada -“no se entra sin llamar”, ha dicho- pero después, al reconocernos, nos ha explicado que se está preparando. Abandona sus pieles de dragón y decide aparecer como niña de brillante mirada y enorme corazón intrépido.

-Acicalarse lleva su tiempo –ha expresado segura de sí misma.
Y mientras corría los velos que la devolvían a su intimidad ha lanzado un “hasta enseguida”.
Seguimos esperando.




miércoles, 21 de noviembre de 2012

Lejos de Afuera

¿Cómo se hace para estar tan pendientes de la vida y no dejar que la muerte se instale en tus pensamientos?



Son días de espera, de sentir y mirar hacia adentro. El afuera parece estar lejos, incomprensiblemente desconectado con lo que estamos a punto de vivir. Pero la vida implica muerte y es un concepto tan intenso que no pasa desapercibido entre nosotros. Hablamos sobre ello, lloramos, nos damos de la mano y nos abrazamos. Tratamos de entenderlo… pero aunque parezca fácil sabemos que no lo es. Nadie trata de justificar la vida, en cambio todos tenemos que buscarle razones a la muerte… ¿las tiene?




Hace frío. Hoy es un día incómodo. Estamos lejos de afuera.

lunes, 19 de noviembre de 2012

¡Gracias Lorena!

Sin conocernos de nada, por medio de Matias, Lorena me dio la llave para abrir la puerta... Eskerrik asko! Ahora ya sí, solo queda esperar.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Vacas


Hace tiempo que observo con envidia a las vacas y ovejas que pastan en la chacra de mi vecino. Algunas parieron el mismo día que se inició la  primavera, otras esperaron a que el sol les calentase el lomo y otras aún caminan con las ubres enormes y la panza llena de vida. 
-Aquella ya ha roto aguas, se te adelantó -me dice Pancho señalando una vaca cualquiera entre las demás. 
La miro, pasta tranquila, muge (no se si porque algo interno está a punto de aparecer o porque quiere expresar cualquier otro sentimiento) nadie la obliga a nada, nadie la molesta ni le mete prisas. No se le acercan otras vacas a decirle lo mal que lo va a pasar y lo mucho que le va a doler. Nadie le pide que se suba a una escalera estrecha, que se siente con las patas hacia arriba y que empuje cuando el veterinario le diga. Nadie espera que una vaca pueda entender lo absurdo, lo impositivo y lo ridículo de que el veterinario tenga que estar cómodo para recibir  a la ternera. Nadie. Y la vaca también corre riesgos (como nosotras, aproximadamente entre el 1 y el 2% de los partos) y también tiene a alguien velando por su seguridad, solo que está lejos y trata de no molestarle, le acompaña a su ritmo. No hay ningún ecologista fanático que en nombre de la lucha contra “el sufrimiento animal” se le ocurra ponerle goteo y epidural para hacerle “más fácil” el momento. Tampoco sé cuantas vacas lo pedirían si pudiesen hacerlo. Pero ahí está Pancho, atento en la distancia, esperando a ver cuando nace el ternero. También están las otras vacas y toros, que huelen la llegada de un nuevo miembro a la manada y, sin abandonar sus tareas diarias (pastar, pastar, pastar), protegen a la vaca, para que esté tranquila, para que nadie la agreda, para que los riesgos de la vida cotidiana no le molesten, la supervivencia de la manada es un trabajo en conjunto, sin jerarquías, y nadie pide cuentas por ello.

Envidio a la vaca y admiro la humildad del veterinario de Pancho que se arrodillará sin complejos ante la vaca para ayudarle si en algo se complica el parto, si no, la dejará hacer, escondido entre los árboles, permitiendole a la naturaleza operar su milagro.